lunes, 30 de noviembre de 2009

Candor


Nos obligan a dejarlo sobre el banco de estudio apenas entramos al aula.

Sin embargo, nosotros solo nos limitamos a mirar cómo los examinan, ya que no tenemos otra alternativa. Les quitan las manchas y los califican, según sus normas, para luego darnos los resultados de la evaluación, aunque lamentablemente siempre son pocos los que logran eximirse, los que terminan aceptando la forma de pensamiento, limitada por ciertas variables.

Sin indagar, cambian las piezas de lugar y las reordenan a su gusto como si fuera un puzle delicado o casi imposible de armar. A veces deciden tirar ciertos fragmentos que consideran problemáticos y colocan en su lugar piezas nuevas, determinantes de nuestro futuro. Todo esto les quita el poco humor que traían al principio; se ponen serios y hasta nos castigan. ¿Somos conejitos?

Todavía no podemos hacer nada, o quizás nunca lleguemos a hacerlo; pues son nuestros padres quienes nos obligan día a día a concurrir a esta fábrica de ideas, a esta cárcel de la vida. Y lo peor es que están seguros de lo que quieren de nosotros, pues también ellos fueron moldeados en la misma escuela, con el mismo sistema educativo; retoños todos del mismo árbol.

Es una lástima, que luego de esta clase, mi cerebro ya piense distinto.

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